Hermano, que tal está tu oración?

Un día leí un mensaje, en el cual se alertaba sobre las tretas del mal espíritu. Decía ese cuento o anécdota, a manera de reflexión, que un sacerdote, (lo que puede aplicarse a cualquier hombre de fe),  tenía por costumbre no hacer nada antes de conectarse con Dios y entrar en oración;  así que el mal, junto con todos sus soldados malignos, envidioso de su virtud, comenzó a enviarle todo tipo de problemas y tribulaciones para apartarlo de ella. Pero al ver que este hombre las superaba todas, apoyándose precisamente en la oración, decide entonces quitársela con la mas sutil de las astucias, el más imperceptible de los engaños: "Hacer el bien", con lo cual además pretendía quitarle tiempo para orar.

Es así como este hombre de fe comenzó a ocuparse de todas las obras de servicio que se le ofrecían: ayudar a los más necesitados, servir en la iglesia, asistir y tomar cargos en su apostolado, ayudar a su familia, a sus amigos, a los desconocidos, a inventar nuevas formas de ayuda, a buscar con quien continuar inventando, etc., y creyendo que esa era la voluntad de Dios, terminó agotado, hasta que muy cansado como estaba, comenzó a abandonar la oración porque le quitaba tiempo para servir.

Este cuento pudo terminar de muchas formas, pero solo dos de ellas quisiera resaltar: Tal y como venía actuando y además al dejar de orar, finalmente, perdido como se encontraba en asuntos "mundanos" del servicio, este hombre entró en desesperación y sintiéndose inútil por no poder resolver a tiempo ni satisfactoriamente todos lo asuntos que lo ocupaban, se queda sin fe, sin esperanzas, deja esas obras y se pierde en sus tribulaciones, quizá incluso en vicios humanos.

Quizás pudo quedarse allí perdido en su tormenta, o por el contrario, como Dios siempre vence y se vale de todo, hasta de las tretas del mal para recuperar a sus hijos, este hombre hubiere sentido la necesidad de entregarle todas sus cargas y terminado postrado ante él. Todo cabe en el mundo de la suposición.
 Y es que el cuento viene a a colación porque hoy al levantarme me di cuenta que el exceso de trabajo, en el que creo que estoy haciendo el bien y la voluntad de Dios, me han alejado de mi oración  y aunque San Ignacio decía que orar no era solo dedicar un tiempo a ello, sino lograr permanecer orando en cada instante de nuestras vidas, últimamente le he puesto poca atención. Afortunadamente y por la gracia de Dios, no la he abandonado  por completo y prueba de ello es este escrito.

Pero si es un alerta para mí y para todos ustedes, mis hermanos en Cristo Jesús, aunque no con esto quiero decir que no estén orando, eso lo desconozco, pero tengo fe en que es así ....permanezcamos todo el día, de cada día de nuestra vida, en oración, solo así podremos hacerle frente a las tretas del mal y colaborar con el plan de Dios, haciendo su  obra y voluntad.

Amén


Willmary Comus

Una mujer de fe...muy ocupada





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