No soy digno de que entres en mi casa...



La parte de la Eucaristía que mas me gusta es esa del rito de la Comunión, en la que después de que el sacerdote dice (palabras mas, palabras menos): "Este es Jesús el Cordero de Dios, el que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor",  respondemos: "Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme". ¡ Que Bello!..Cada vez que estoy allí me arrodillo, con tal reverencia ante mi cordero, ante esas palabras que me pegan tan hondo, que hasta yo misma me asombro del respeto y la admiración que siento por esa escena. Cada vez que la oigo,  tal y como nos pide Ignacio en algunas contemplaciones, me traslado a ese lugar, a ese momento y veo la conversación, primero veo a uno de los apóstoles que le dice al maestro que hay  un soldado que quiere hablarle para  que vaya a la casa del Centurión porque este tiene una "emergencia" con uno de sus criados y pienso ¿en qué estaban pensando cada uno de los que participa?...pero especialmente,  ¿qué pensaba el Centurión?

Cuando pequeña veía las películas de Jesús en Semana Santa y recuerdo que el centurión era una actor de nombre Ernest Bornigne, que ponía  cara de angustia cuando le tocaba explicarle a ese Jesús ( personificado por Robert Powel), que no importaba si iba a su casa, que no era necesario porque el era soldado y sabía obedecer y dar órdenes y estaba seguro de que si Jesús ordenaba la cura de su criado este se curaría, porque cuando él le ordenaba a sus soldados, sin que estuviere presente, sus soldados le obedecían  y que lo mismo hacía él cuando le tocaba obedecer. Dios mío, de nuevo ¡Que belleza!..El Centurión fue tan contundente en su pedimento, que logró trascender la historia y se quedó para siempre en nuestra Eucaristía como símbolo incontestable de Fe.

 Hace unos días, cuando  sus palabras y la contundencia de su relato me impactaron de nuevo, haciendo la coronilla para la preparación de la consagración, concluí que en esa corta frase se resumen las siete virtudes teologales. Sin haberlo sabido nunca,  este hombre reunió, tanto en su accionar , como en sus palabras, estas siete bondades morales.
Fe: Esta claro que esta es la mas evidente de las características de la conversación. El está seguro que no es necesario que Jesús vaya con él hasta su casa, primero porque no se cree merecedor de tal honor y después porque el sabe lo que es mandar y obedecer y sabe que no es necesario que al dar una orden, tenga que estar presente para constatar que le hayan obedecido, lo mismo que ocurre cuando sus superiores le ordenan a él.
Esperanza: El solo deseo que lo lleva a encontrar a Jesús, es la llama de la esperanza que se enciende en él y lo impulsa a buscar lo que sea, incluyendo hablar con un judío, para ayudar a su criado y amigo.
Caridad: Es la virtud de la intercesión y el Centurión no busca ayuda para él, sino para su criado, a quien ama profundamente y a quien quiere ver sanado, salvado. La caridad es la otra gran virtud de la que hace gala este hombre.
Humildad: El es un soldado, tiene fuerza, tiene poder y sobre todo las tiene con autoridad sobre los mal vivientes judíos, ante quienes no tiene que humillarse, al contrario, pudo haberle "ordenado" a Jesús que ayudara a su criado, pero no. Escogió el rudo camino de la humildad y se presenta ante el Mesías como un desposeído que necesita de su ayuda y está consciente de "no ser digno" de que éste entre a su casa.
Paciencia: No interrumpe, ni llega violentamente ante Jesús, por el contrario, si pide con humildad su ayuda, sabe esperar con paciencia su respuesta.
Perseverancia: El Evangelio no lo dice, pero dadas las condiciones y características de ambos hombres y los grupos a los cuales pertenecían, no debe haber sido la única vez en la que el Centurión habría intentado acercarse a Jesús. Además debemos suponer que también intento varias formas y remedios para ayudar y aliviar a su amigo..
Obediencia: Soldado, como era, sabe que debe obedecer, así como en alguna ocasión también había mandado a otros. .. Cuando Jesús le dice "Ve a tu casa. Tu fe ha sanado a tu sirviente". El simplemente se va, y obedece la orden. No se pone a preguntar, qué cuando lo va a sanar, qué cuanto tiempo debo esperar, que porque no le manda un poco de remedio en un frasquito. No. Solo obedece.

Dios quiera que así como actuó el Centurión, trascendiendo su propio tiempo y su propia historia, con todas las virtudes teologales en una frase y en especial con su fe, así logremos nosotros aumentar nuestra confianza en nuestro Maestro: Jesús.

Willmary Comus

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