Historias en Venezuela

Miles de historias conocemos del día a día en Venezuela. Un hombre se suicida después de ver como su pequeño hijo moría de hambre; un gallego con mas de 50 años en Venezuela, decide también suicidarse, dejando  sobre la mesa los resultados de estudios de laboratorio, y los  del servicio funerario ya cancelado por él,  todo porque ya no pudo acceder a la insulina necesaria para vivir su problema de diabetes (ver  "La Voz de Galicia" del 03 sep. 2017). Un niño es asesinado por su "padrastro", en complicidad con su madre biológica, al parecer porque no pudieron sacarle el pasaporte necesario para irse todos a Panamá a buscar mejor vida;aunque  luego se descubre que esa  no fue la motivación. El caso es que el niño fue dejado en garantía a los proveedores  narcotraficantes de la madre, mientras podía conseguir saldar la deuda de drogas que tenía con ellos y al creerse delatados deciden asesinarle. Unos hombres deciden matar y comerse un perro, en plena avenida Baralt, en las adyacencias del mercado de Quinta Crespo, por simplemente tener hambre.  Una señora  decide hacer lo mismo, por la misma razón, pero esta vez con un gato  y en  la población mirandina de "Río Chico", (estos últimos se hicieron virales en las redes sociales).  Una mujer embarazada entra a una buseta atestada de gente y a mi solicitud no correspondida por  los caballeros sentados, un niño de apenas unos 7 u 8 años me dice "eso era antes, ya no es lo mismo", como si fuese un envejecido caraqueño. Y así un montón de historias mas, de las que estoy segura que ustedes mis lectores tienen un sinfín.

Nos estamos dando cuenta de que no importa cuánto hayamos vivido en nuestra tierra, cada día nos tenemos que adaptar a ella, como sí fuésemos recién llegados de tierras lejanas. Un día puedes comprar un cartón de huevos a  4.500,00 bs y te parece que está caro porque la última vez que te pareció muy caro apenas te costó 2.000,00 bs el cartón. Pero otro día te levantas y dejando de comprar por un tiempo, que pueden ser solo 3 días, te das cuenta que ya esos precios son irrisorios porque lo acabas de ver en 40.000 bs....hoy ese cartón ronda los 80.000

Es como sí cada día que no salimos a la calle -y aún saliendo- estuviéramos despertando de un largo sueño y ¡puff!, de pronto tu ciudad no es la que dejaste cuando te dormiste. Vivir así es más que caótico, tratar de alcanzar lo inalcanzable; es mantenerse en una constante tormenta que no da la impresión de querer ceder su furia y al anhelado sosiego, con el que por demás mantiene un ritmo armonioso de idas y venidas y a la que esta vez no quiere llegar.

La impotencia nos embarga y las ganas de llorar y de que nos pasen dulcemente la mano por la espalda para consolar tanto desconsuelo es nuestro deseo constante y desde ese dolor creemos que no podemos hacer nada hasta que "esta situación cambié.

Pero si que podemos. No es necesario esperar a estar mejor para ayudar a otros.. Eso es falso. Mientras todo cambia o nada lo hace, es nuestro deber superar la inercia..Es así como de pronto comienzo a ver como resaltan personas y situaciones que no se reseñan, o al menos no se hacen virales en las redes. Una señora toca cuatro y canta música venezolana en el metro, pide dinero al finalizar , pero también nos pide que pase lo que pase seamos felices con lo poco o nada que tengamos. Una pareja, yo diría que de ángeles, acude junto conmigo a recoger a una joven madre y su pequeña hija de 3 años, que se cayeron al bajar de una camionetica y sin esperar nada la ayudan, la consuelan y le dan aliento para continuar; un hombre maduro, a pesar de que habla conmigo de la situación del país, mientras viajábamos en un bus del centro de la ciudad, se para velozmente cuando sube una señora que no tiene lugar para sentarse y le cede su asiento, un taxista pide a mi amiga,  por una carrera  la mitad de los que otros le pedían, aduciendo que él no podía exigirle a la gente mas que eso porque todos estamos sufriendo la misma crisis.

Por último, en medio del dolor de la perdida de su padre por un cáncer del sistema digestivo,  por el que recibió toda la quimioterapia que su debilitado cuerpo aguantó, pero que no fue suficiente para darle mas vida, una amiga decide No vender, sino donar los medicamentos que este ya no recibiría. El cuento es que la hija de otro hombre en agonía por la misma enfermedad,  y por la angustia ante la escasez de medicamentos, llora desconsolada, no sabe si de alegría o por la sorpresa de  haberse encontrado con este donativo y no con un desalmado "bachaquero de fármacos", porque por fin aliviarían un poco de su dolor...

Estos actos de bondad son prueba del Dios que llevamos dentro y aunque nuestra dura realidad nos abrume, son las cosas que debemos intentar todos en nuestra cotidianidad, porque estas buenas historias , que no son reseñadas por los medios, ni las redes, sí pueden hacer el cambio esperado en nuestro entorno y llevarnos a la construcción de un mundo mejor, de una mejor Venezuela.

Willmary Comus....una más!

Comentarios