He sido
profundamente impactada por la “Olla Solidaria” que se procesa en la iglesia de
Santa Capilla, en pleno centro de la ciudad, exactamente frente al Banco Central
de Venezuela, al lado de la Alcaldía de Caracas y a dos cuadras del Palacio de Miraflores
( que cosas!) Fui invitada por Doris,
una loca por cristo que me pidió ayuda, por esas cosas misteriosas que Dios
realiza cada día y de la que somos parte, casi siempre sin darnos cuenta.
Allí he visto pasar
frente a mis ojos, mis pensamientos y mi corazón todos los casos posibles e
imposibles de miseria, desesperanza y dolor, de un montón de venezolanos (y
extranjeros), que acuden cada martes por
una porción de sopa. Esta ha sido la más contundente evangelización de la que
he sido objeto y sin que esa haya sido
mi intención.
Debido a que he
estado de vacaciones laborales decidí participar activamente en esta obra
maravillosa y me puse a la orden de las
hermanas Juanita y Camila y de las señoras encargadas de la organización y durante las 4 semanas que acudí a
colaborar, pude observar las
variadas formas como los voluntarios
involucrados han intentado optimizar el servicio del alimento, de manera tal
que alcance a la mayor cantidad de gentes posibles y hasta que algunos puedan
repetir.
Mi puesto era el de
recibir a los comensales en un improvisado comedor, ubicado en la nave derecha
de la iglesia, donde casualmente (o mejor jesusmente), se encuentra un
gigantesco cuadro de la escena de la multiplicación de los panes. Esto, una vez
que hubieren hecho la cola para registrar sus datos para recibir un número, que
les da el “derecho a ser servidos.”
Pese a estar
consciente de que esta es una obra de un valor incalculable, producto de la
sugerencia del Papa y el Cardenal Urosa, pude observar detalles que se podrían
mejorar y que intenté sugerir a las laicas organizadoras, a lo cual obtuve
pocos resultados favorables. Al menos logré que admitieran que colocar una
entrada distinta a la salida, disminuye la posibilidad de “colearse”.
Hay varias fases de
la organización que van desde la administración de los donativos, preparados de
los envases y tickets, etc, hasta el
efectivo servicio de la sopa. Así pude notar
que entre las señoras que dirigen
el servicio, hay un gran empeño en que los comensales no se coleen. Tanto que
me dio la impresión de que se les está olvidando la verdadera finalidad de su
presencia cada martes, que no es otra que colaborar para servir la sopa.
Vi …y sentí que la
necesidad de registro de los nombres, la entrega de los tickets o regañarles
porque el hambre les hace olvidar que están en “la casa de Dios”, o porque quizá no profesan la religión
católica o ninguna, es más importante que la alimentación que están
desesperados por recibir y si bien estoy de acuerdo en que hay que poner
ciertos límites, me pregunto cómo pretenden que una fragmentada como yo por la escena que veo cada martes, puede
negarle un poco más de sopa a alguien que te confiesa que tienen seis días sin
comer.
Supongo que así
como la inflación ha despuntado en estas últimas semanas, asimismo estos
menesterosos lo han notado, por ejemplo en la escaza y hasta nula limosna que
han recibido o en las pocas ventas de sus productos o en el rechazo de los que
antes le daban algo por allí en la calle y por eso esta última semana la sopa
no alcanzó para los 400 y pico de personas que es a lo que están acostumbrados
a dar cada martes. Esto debido a que los intentos por violentar los controles
se acrecentaron. Tanto que como dije y ahora repito, la sopa no alcanzó para la
cantidad de personas que están acostumbrados a recibir en esta comunidad, de lo cual también me siento
responsable, por haber colaborado en la violación de los controles para
permitir que comiera el que tuviera más
hambre.
Y así como se
acrecentaron la inflación por una parte
y los intentos por trasgredir los controles por la otra, así mismo se
acrecentaron los regaños públicos contra los comensales y los voluntarios,
aunque estos vayan cargados de la mejor disposición y la mayor buena voluntad
posible.
Es así como no
obstante tener esa conciencia de estar ante una obra de gran valía, la última
semana fue muy reveladora de lo que significa la voluntad de Dios en mi vida.
Sentí que no estaba en el lugar adecuado para ayudar a Dios y decidí que debía
alejarme para evitar que la cercanía al
servicio me alejara de Él.
Por eso, mediante
este escrito, me despido de esta buena obra, porque si me quedo perderé el
tesoro del primer impacto; ese que me puso a reflexionar sobre los verdaderos
problemas del país y de cómo resolverlos
y que además me hizo más sensible al dolor ajeno.
Si me quedo, podría comenzar a cometer errores y
olvidar el verdadero sentido de la obra. Me voy porque no puedo procesar como le niego al hambriento
la comida, porque no puedo apartar a
algunos que me manifiestan su urgencia y hacen que transgreda el orden
establecido por las organizadoras y termine coleándoles para que coman, porque
no puedo procesar que ante el hambre algunos prefieran el regaño y la
exposición pública, antes que no comer o comer poco, porque no puedo negarle a nadie
un plato “más” de comida y porque pienso que si alguien se colea, su única
motivación es el hambre.
Que Dios bendiga a
estos santos colaboradores y les de la fortaleza para no desfallecer…..Que así
sea!
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